martes, 24 de febrero de 2009

Huele a Cumbia

A próposito de los recientes carnavales de mi amada Barranquilla y el repentino orgullo que me abordó, estremeciendo cada poro de mi un poco insolada piel, al ver bailar a mi primo este ritmo propio de mi región caribe, ha llegado a mis letras el olor a cumbia.

Y es que me pregunto si alguno ha visto danza más hermosa que esta en su constante coqueteo, donde el movimiento de caderas simula el cálido y suave vaiven de las olas. Cada compás marcado por el llamador y el alegre está fusionado con el roce frágil de la brisa y la melodía impuesta por la flauta de millo es como el suspiro de las palmeras o el aroma sutil de las cayenas en verano.

Mi cumbia, mi cumbia huele a alegría, huele a madrugada de pesca en la ciénaga. Mi cumbia es como la danza del sol adentrándose al río. Mi cumbia es el deleite perfecto entre sabor y fantasía. Es el moviento de vaporosas nubes rosaceas incitando al trance de los cuerpos danzantes en una delicada poesía que lentamente cambia de fases.

Porque la cumbia es la elegancia de la mujer caribeña combinada con la picardía del hombre. Es la mezcla del olor a vela con el sabor a ron. Son silenciosos pasos acariciados por el movimiento de las polleras, son las almas levitando entre sonrisas y tocando tierra por el corto instante mientras la música se detiene y vuelve a empezar.

Si me preguntan a qué huele la cumbia, diré que la cumbia huele a la alegría de mi región.