sábado, 25 de diciembre de 2010

El regreso de su amada.

Ya habían transcurrido unas cuantas lunas desde que la soñó por primera vez. En su mente, su imagen cada vez tomaba más forma como si se tratase de un viejo recuerdo del cual su corazón se había aferrado y no dejaba ir.
Cada día alimentaba más el deseo de ver a su amada, transformando aquella silueta sonriente y de ojos expresivos que se había apoderado de sus pensamientos en aquel sueño, en un ser mágico que llegaría a ocupar su corazón. Dedicaba, casi que a diario, un pequeño tiempo para dibujar cómo serían sus valores, las notas y acordes que formarían la melodía de su voz, el olor embriagante de su esencia y la delicada seda que serían las caricias de sus manos. Cuando por fin el boceto estuvo completo, miró a la luna, la misma luna que observó hasta dormirse esperando que eclipsara la madrugada que por primera vez vino a él en un sueño. Entonces pidió al astro nocturno que su amada, cada vez más real, volviera a él en sueños mientras el universo la llevaba a sus brazos en forma mortal.