sábado, 27 de enero de 2007

Carta de una Relación.

Esta historia no le pasó a una amiga de una amiga, ni tampoco a una prima, no, me pasó a mí, lo acepto, no me da vergüenza contarla, aún cuando el final no es el más romántico, de hecho muchos lo esperaban, otro secretamente lo deseaban, y bueno hasta que pasó.
Pienso que contar lo que ocurrió es apenas lo más justo que puedo hacer, a mí nunca me ha interesado que mi vida privada sea pública, y aunque es contradictorio que sea yo quien la publique, es lo correcto. Por que creo que las buenas personas existen y que relaciones basadas en el respeto, la confianza y el amor, pero el amor que todo lo puede y todo lo vence. Porque sé que esa persona, que mueva su mundo a la par del mío, existe.
Esta quizá es parte de mi duelo, mi corte con aquella persona esta reciente. Aún lo quiero y lo extraño, a pesar que la relación terminó. El es un ser especial, quizá necesita organizar algunas ideas en su cabeza, pero sin duda le espera un futuro brillante si se aleja del cigarrillo, jajaja.
La primera pregunta aquí sería el porqué terminamos, pues mi teoría es que nos dejamos vencer, nos cansamos sin luchar, y ante el primer obstáculo que diferenciaba nuestras formas de vida, pudo más los consejos de los cercanos. Aquí no hay culpables, como todos creen, ni yo soy la bruja del paseo, ni él un malnacido como muchos piensan. Aquí no hubo infidelidad, si algo había era confianza.
No fue la relación más larga que he tenido, pero alcancé a conocer a la persona real tras la capa de misterio. Supe de sus temores, sus gustos, sus expectativas. Y hasta el día de hoy no me arrepiento de nada, cada lágrima valió la pena, cada sonrisa fue sincera, y cada recuerdo lo seguiré guardando como algo especial.

lunes, 15 de enero de 2007

Los cuentos como la vida real.

Muchas veces la verdad supera la ficción. Sí, es cierto, pero desafortunadamente crecimos y hemos vivido como modelos fantasiosos de la imaginación de grandes cuenteros, por lo tanto la mitad de nuestros ideales, especialmente a lo referente con la belleza y las relaciones, vienen de ahí, precisamente de nuestra niñez. Cuantos de nosotros crecimos a través de los hermanos Grimm, o bajo las alas del maravilloso mundo de Disney. Por lo menos yo fui una de ellas. Lo acepto, secretamente siempre he creído en los finales felices y aquello que el bien es superior al mal, y la princesa que en un principio sufrió y sufrió, (porque los cuentos nos enseñan a ser mártires y masoquistas), pero al final fue feliz junto a su príncipe azul, sin dejar aun lado el hecho de tener un reino a sus pies. Todas soñamos con eso, con que mister perfecto aparecerá, pero aceptémoslo de una vez, hay más sapos en los charcos que príncipes en las calles.

La verdad es que los cuentos de hadas han marcado mucho a mi generación y las pasadas a la mías, porque las modernas con sus nuevos personajes y héroes, esas se creen invencibles, gracias a “salvando al mundo antes de ir a dormir”, o aquel patético dinosaurio morado al que idolatran llamado Barney, y luego se preguntan porque hay tanto homosexual en el mundo, pero bueno ese no es el tema de este blog. Volvamos a lo que nos interesa. Nosotros creemos que en el interior de todo patito feo, hay un cisne esperando salir. Esta es quizá la metáfora más traumática de nuestra niñez. Porque siendo honestos, nadie, pero nadie quiere ser el patito feo. Pasando a la interpretación real y no tan superficial de el “patito feo”, la belleza interior es la que cuenta y representa al cisne, lo que implica que aun siendo un cisne te pueden ver como un patito feo, y viceversa. Aclaremos la anterior. Un cambio en el interior debería hacer un cambio en el exterior, es cierto, y muchas veces lo vemos, por ejemplo cuando alguien esta feliz o pleno de cierto modo proyecta belleza. Pero como no podemos olvidar algo llamado autoestima, tiene más significado la frase invertida. Ahora, como la naturaleza humana es cambiante y sobre todo inconforme, podemos encontrar a un cisne que conserva su viejo complejo de patito feo. Y todo por un cuento que cuando niños leímos hasta el cansancio.

Otra cosa que aprendimos de los cuentos es que todas las madrastras son malas, la verdad no tengo una, pero este estereotipo errado es el que hace que desde niñas veamos a toda nueva compañera de papá como una bruja despiadada, pero no nos advierten que las brujas reales suelen ser las suegras y la exnovias.

Tomemos un caso para análisis, la cenicienta, que aprendimos de ella. Primero a sufrir, segundo que el príncipe azul siempre escoge a la buena, a querer desesperadamente unas zapatillas de cristal, y que al final todo valió la pena porque vivieron felices para siempre. Yo quisiera ver que pasó después del matrimonio. Ahh lo olvidaba nos enseñan a creer en el matrimonio y el matrimonio perfecto, no sólo la unión para siempre si no la boda majestuosa.

A través de los cuentos, aprendimos a ver a los besos como algo mágico, despiertan a la princesa luego de cien años, reviven a la bestia una vez muerta, sin olvidar que sirve como antídoto para Blancanieves, por aquello de la manzana envenenada.

Sin olvidar que de ellos aprendimos que todo lo que dicen nuestros padres para asustarnos puede tornarse realidad, ejemplo de ello Hansel y Gretel, o Pinocho. Si, de los clásicos que más han marcado nuestras vidas esta aquel muñeco de madera que soñaba con ser un niño normal, pero por mentiroso tuvo que vivir una serie de aventuras y torturas tanto para él como para su viejo padre. Recuerdo que me amenazaron tanto con que se me iba a crecer la nariz si mentía, que cada vez que veía a alguien con una gran nariz me preguntaba cuántas mentiras podía haber dicho.

Los cuentos volvieron tan común el “Érase una vez”, “en un lejano reino” y el final era tan predecible “y vivieron felices por siempre”. Esto aplicado a la realidad es “le paso a un amigo, de un amigo de mi primo”, todo lo hacemos tan lejano, cuando nos suele ocurrir a nosotros o a nuestros primos, esto gracias a los cuentos.

Ahora me pregunto qué sería de nuestra niñez sin tantos temores, mundos alternos de magia y fantasía, y que sería de nosotros ahora si no hubiéramos conocido aquellas historias. Ciertamente la niñez no hubiera sido niñez, y bueno mi infancia no es que haya sido del todo traumática, quizá fue más inocente que la de los niños actuales que todo lo conocen. De una cosa si estoy segura, es que si sigo soñando, bueno lo acepto no voy a ser reina, porque aquello de plebeya convertirse en reina, sólo pasa una vez por siglo y por reino, y a mí no me tocó, pero puede que si conozca a mi prince charming y quien quita y vivimos felices por siempre.