Una vez emprendido el viaje la idea es llegar a su destino. Hay viajes cortos, otros más extensos, pero todos deben llevar consigo el mismo componente: el autoencuentro. En estos viajes conocemos nuevas personas, adquirimos nuevas experiencias y nos abrimos más al mundo.
En este yo decidí empezar a besar el mundo. Clausuré un viejo capítulo del que sólo he decidido recordar los gratos recuerdos. He vuelto a fijar mis prioridades y aún cuando a veces desespero en el intento, procuro realizar todo paso a paso.
Es el momento de las sonrisas, de cristalizar los sueños, y atreverme nuevamente a soñar.
Llegó el momento de las flores, de los chocolates. De compartir con alguien especial más que momentos limitados.
Es el tiempo de besar a el mundo. Hay cosas impredecibles, después de todo el mundo abarca un espacio y tiempo bastante complejo para ser definido, pero la respuesta es positiva, porque para besar al mundo debes poner el corazón en ello. Va más allá del roce de los labios con un intagible.
¿Cómo besar a un intagible? la sola idea parece absurda en nuestras mentes, es como aferrarnos a un imposible. Pero el sentimiento verdadero siempre ha sido escapadizo entre nuestras manos, o es que ¿alguien alguna vez ha tocado un sueño?. Quizá lo hemos sentido como suaves fragancias que producen consquilleos en nuestra mente.
Lo cierto es que besando el mundo es una actitud de cambio, de transformación. Es estar comprometido buscar la felicidad en los pequeños detalles y en cada oportunidad que se presente. Besar el mundo es el símbolo de que al ayer terminó, es un estado de ánimo, es saber que aún cuando desconoces que viene va a tener un impacto positivo.
